Presentación

Este blog nace con la intención de convertirse en un territorio de reflexión sobre el relato de Julio Cortázar Axolotl y se integra dentro de las actividades que organiza el curso de la Universitat de Girona Maravilla, fantasía y absurdo en la literatura hispanoamericana.
A lo largo de este blog iremos proponiendo pistas, actividades, lecturas y reflexiones alrededor de un relato en el que convergen muchas de las características de la cuentística de Julio Cortázar.

Un axolotl

La primera pregunta que como lectores nos planteamos es evidente: ¿qué es un axolotl? Cuando iniciamos el relato esta duda se desvela en las primeras líneas pero es bueno reseñar cómo de entrada este nombre de resonancias precolombinas tiene una capcidad de sugerencia y evocación incuestionables. Un nombre críptico, legendario, casi arcánico. Nos decía Juan Ramón que la palabra debería de serera la cosa misma y en este caso se cumple el precepto.

La imagen que presentamos a continuación nos muestra una visión frontal de este singular anfibio
















La imagen no deja de tener un componente simpático pero el axolotl del relato de Cortázar tiene una carga mucho más inquietante, incómoda, hipnótica. Quizás este otro axolotl refleja mejor el pez del acuario del Jardin des Plantes:















Si queremos ampliar información sobre el axolotl o ajolote la red nos ofrece datos abundantes; en todo caso, más allá de la ciencias de la naturaleza, es oportuno recordar la etimología de la palabra. En náhuatl, atl siginifica agua y xolotl monstruo, es decir monstruo acuático. Un nombre que es la cosa misma.

Jardin des Plantes

El párrafo inical del relato nos ubica en un espacio determinado, el acuario del Jardin des Plantes de París.
















El Jardin des Plantes es un amplio parque público ubicado cerca de la Gâre d'Austerlitz en cuyo interior se encuentra el Museo de Historia natural. Salvando distancias, y tampoco muchas, nos puede recordar al Parc de la Ciutadella de Barcelona y su Museu de Zoologia.


El Jardin des Plantes ha tenido singulares recreaciones artísticas aunque quizás una de las más destacadas es la de haber servido de marco a la aventuras de Adele Blanc-Sec, el personaje de tebeo creado por Jacques Tardi a inicios de los años ochenta del soglo XX que recreaba la vida parisina de inicios de siglo en un magnífico fresco que bebía del folletín decimonónico.


El primer párrafo

A la hora de construir un texto como el que empezamos a analizar, el autor dispone los elementos con precisión estratégica. En Axolotl, el primer párrafo se convierte en detonante para la posterior lectura, anzuelo que atrapa al lector, reclamo que le arrastrará por todo el texto. Desde este planteamiento, el autor propone una serie de estrategias de seducción de notable efectividad.
La primera de ellas consiste en el mismo concepto axolotl; un nombre enigmático, cuya identidad desvelamos en breve pero que, inicialmente, tiene una poder extraño e inquietante. La segunda estrategia consiste en unir ese nombre de resonancias precolombinas, intuimos que posiblemente mesoamericanas, con un entorno -El Jardin des Plantes- que nos evoca el París de finales del siglo XIX, el París de Haussman y también de la bohemia. Esta fusión de dos escenarios provoca en el lector una sorpresa que sólo se ve superada por la última afirmación: Ahora soy un axolotl. La imposibilidad de esta frase nos lleva a releerla y a dejar en nuestro ánimo una singular perplejidad -¿lo he leído bien?, ¿se trata de una errata?, nos preguntamos-. El autor nos ha capturado; de forma inexorable, hemos de seguir la lectura.

Un paseo por París

El relato nos propone poder hacer de flâneur por las calles adyacentes al Jardin des Plantes,cuando se columbra una espléndida primavera tras los severos fríos invernales... Bajé por el bulevar de Port Royal, tomé St. Marcel y L’Hôpital, vi los verdes entre tanto gris ...


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El descubrimiento

El relato nos describe con emoción el descubrimiento del axolotolt; frente al invierno, la primavera con su cola de pavo real. Frente a un mundo gris, la irrupción de lo verde. Ante lo húmedo y lo oscuro, los tulipanes. Más allá de lo feo y lo triste, de lo dormido, de lo vulgar... los axolotolt. El narrador nos describe el descubrimiento de los peces como si de una suerte de revelación se tratara, un momento crucial a partir del cual todo cambia; desde ese momento, concentrando en el verbo mirar, toda la fascinación que ejerce sobre él ese descubrimiento se desencadena de manera irreversible. Desde ese momento, el narrador es incapaz de otra cosa: sólo puede mirar los axolotolt.

La investigación

El personaje-narrador decide ir la biblioteca a obtener información sobre ese hipnótico ser, un pez capaz de vivir en tierra y de ubicarse en lugares tan dispares como México y África. Para ello se desplaza a la impresionante biblioteca de Saint-Geneviève.












Allí obtiene información detallada sobre su condición: es descrito en términos científicos -batracio, forma larval, género amblistoma...- pero al narrador le interesa ahondar en una dimensión que empieza a bordear la frontera del mito. Por ello se le describe a través de la metáfora y se hace hincapié en su rostro rosado azteca, en aquéllo que trasciende lo científico y entra en una órbita que necesita de un lenguaje evocador y mágico.

El narrador ya no volverá a consultar obras especializadas en Saint-Geneviève; decidirá volver al Jardin.

La descripción

Una vez se han establecido los lazos de unión entre el narrador y el axolotolt, el primero lleva a cabo una detallada descripción del segundo, un retrato muinucioso y exhaustivo donde la mirada aparece empapada de una fascinación casi sagrada. Lo infinito y distante está en esa contemplación de un adorador que se siente turbado, casi avergonzado ante la contemplación del misterio. Se subraya su carácter de estatuilla china de cristal, sus ojos de oro transparente, como de piedra sin vida, figura silenciosa e inmóvil cargada de un diáfano misterio interior. Ese componente totémico, casi sagrado del axolotolt queda completado por su dimensión vagamente antropomórfica, sus patas, sus uñas, sus ojos...; y en medio de esa sutil y equilibrada descripción dos elementos extraños. El primero, la figura kafkiana del vigilante, mudo y sonriente, figura ajena que convierte al observador en observado. Y lo más extraño, la irrupción de una frases desconcertantes que se cuelan en nuestra lectura mientras seguimos fascinados por el axolotolt: solo yo puedo saber cuán angosto y mezquino es el acuario, la cola, la parte más sensible de nuestro cuerpo, y ya cerrando la descripción Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan mezquino; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros; surgen dificultades, peleas, fatiga. El tiempo se siente menos si nos estamos quietos.
La irrupción de la primera persona y sobre todo de la primera persona del plural, la voz que se traslada del individuo que observa al axolotolt que es observado se convierte en el elemento que permite empezar a descubrir la irrupción de lo fantástico en el relato; la frase del párrafo inicial del relato, ahora soy un axolotl, sigue sin ser comprensible pero ahora vemos que tiene una extraña continuidad.

Los ojos

Son los ojos la puerta de entrada al misterio, aquello que obsesiona al narrador, que le anuncia la presencia de una realidad diferente, puntos de oro, de fuego, de dulce y terrible luz, que miran y son mirados. El ojo como misterio que desvela realidades insondables y permite el tránsito a otros mundos. El ojo surrealista.




El mito

La fascinación que desprende el axolototl se desarrolla mucho más allá del ámbito de lo racional; emerge entonces el mito como una manera de explicar lo inexplicable y de expresar lo inefable: parece caso obvio caer en la mitología. Mito que explica unos seres que no eran animales, que no eran seres humanos pero que encerraban una misteriosa humanidad. Mito multiforme y plurisignificativo que envía mensajes contradictorios, que a veces parece solicitar nuestra misericordia -sálvanos, sálvanos- pero que en ocasiones nos da miedo -los temía-. En medio de todo ello surge una palabra clave, metamorfosis, palabra que nos remite a la mitología clásica pero que de forma también indefectible nos remite a Kafka y a Gregor Samsa. Y a la esencia del relato de Cortázar.

El guardián

El relato avanza en una intensidad claustrofóbica donde el mundo exterior que envuelve al narrador va, progresivamente, desapareciendo. A medida que avanza el texto, París, el mundo exterior, desaparece. Sólo queda un personaje extraño e inquietante, el guardián, figura casi onírica que apenas habla -su única frase, Usted se lo come con los ojos, se carga de profunda intensidad simbólica-, que mira, que tose inquieto y que, las más delas veces, aparece riendo mientras contempla el extraño espectáculo del hombre abismado a la pecera.

La frontera

Entre el axolotolt y el narrador hay una frontera tangible, una pared de cristal, una campana de cristal que diría Silvia Plath, un límite que separa dos realidades pero que al mismo tiempo las comunica, las funde, un cristal que es al mismo tiempo espejo pues el narrador ve en el axolotolt la condena a una reflexión desesperada que define su propia identidad obsesiva. Espejo como el de Alicia, espejo que es puerta y que permite el tránsito a otra realidad; el narrador observa al axolotolt y el axolotolt observa al narrador. ¿Quién observa a quién? Cuando se llega a este grado de fusión, todo está preparado para que se cumpla la tranformación, la metamorfosis que se había ya enunciado y anunciado.

Eso tenía que ocurrir

Sin atender a ruegos, de forma inexorable, se produce la metamorfosis. El narrador pasa a convertitse en el axolotl. Eso tenía que ocurrir, no hubo nada extraño, y todo se produce de forma natural e irreversible. Las frases que hasta ese momento Cortázar había desperdigado como pistas incomprensibles -ahora soy un axolotolt- cobran pleno sentido. Quien nos ha estado hablando desde el principio es un axolotolt con memoria que evoca todo el largo proceso que le ha llevado a convertirse en tal dejando su condición humana. La descripción de este momento decisivo, de ese cruzar la frontera constituye el momento culminante del relato pero el autor argentino, maestro en describir estos saltos del plano de la realidad al plano de lo fantástico, lo hace con sutileza, con precisión, trasladando al lector a ese tránsito mágico con una extraña mezcla de cotidinidad y fantasía:
Sin transición, sin sorpresa,vi mi cara contra el vidrio, en vez del axolotl vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio.

Una máscara

La primera impresión que tiene el narrador al verse convertido en axolotl es la de horror; se siente enterrado vivo, condenado eternamente a flotar em esa pecera mientras contempla a su yo humano al otro lado del cristal. Aún no entiende su identidad. Al establecer un nimio contacto con otro axolotl asume su condición y descubre que todo axolotl piensa como un hombre dentro de su imagen de piedra rosa.
Afuera, el hombre cada vez va espaciando más sus visitas al acuario, ya no necesita volver pues su obsesión es ahora un axolotl. El pez mito, el pez totem es receptáculo de la obsesión y de los miedos del hombre, entidad supraracional que vaga eternamente, testigo y horrible juez al mismo tiempo, un fantasma, una máscara que esconde y, al mismo tiempo, muestra. Como esta máscara azteca.

Metaliteratura

El final del texto nos abre las puertas a una última vuelta de tuerca:
Me consuela pensar que acaso va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar un cuento va a escribir todo esto sobre los axolotl.
La reflexión sobre la escritura cierra definitivamente el relato pues sobre ello versaba, en el fondo, toda la ficción ideada por Cortázar. El escritor creerá imaginar un cuento cuando en realidad -¿realidad?- ha vivido una obsesión que ha conseguido exorcizar a tavés del axolotl. La escritura pues, nace de la obsesión y libera de la misma. El axolotl convertido en literatura se convierte en fetiche mágico que libera -al autor y al lector- de estar condenados a una reflexión deseperada. Una magnífica definición de la literatura.