La descripción

Una vez se han establecido los lazos de unión entre el narrador y el axolotolt, el primero lleva a cabo una detallada descripción del segundo, un retrato muinucioso y exhaustivo donde la mirada aparece empapada de una fascinación casi sagrada. Lo infinito y distante está en esa contemplación de un adorador que se siente turbado, casi avergonzado ante la contemplación del misterio. Se subraya su carácter de estatuilla china de cristal, sus ojos de oro transparente, como de piedra sin vida, figura silenciosa e inmóvil cargada de un diáfano misterio interior. Ese componente totémico, casi sagrado del axolotolt queda completado por su dimensión vagamente antropomórfica, sus patas, sus uñas, sus ojos...; y en medio de esa sutil y equilibrada descripción dos elementos extraños. El primero, la figura kafkiana del vigilante, mudo y sonriente, figura ajena que convierte al observador en observado. Y lo más extraño, la irrupción de una frases desconcertantes que se cuelan en nuestra lectura mientras seguimos fascinados por el axolotolt: solo yo puedo saber cuán angosto y mezquino es el acuario, la cola, la parte más sensible de nuestro cuerpo, y ya cerrando la descripción Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan mezquino; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros; surgen dificultades, peleas, fatiga. El tiempo se siente menos si nos estamos quietos.
La irrupción de la primera persona y sobre todo de la primera persona del plural, la voz que se traslada del individuo que observa al axolotolt que es observado se convierte en el elemento que permite empezar a descubrir la irrupción de lo fantástico en el relato; la frase del párrafo inicial del relato, ahora soy un axolotl, sigue sin ser comprensible pero ahora vemos que tiene una extraña continuidad.

2 comentarios:

Mario Bueno dijo...

En el foro se habló mucho de este tema. Insisto en que cabe también la interpretación del lector incrédulo - eternamente aferrado a las coordenadas de realidad- de que todo transcurre en la mente del narrador (siempre humano)y lo único que se produce es un desdoblamiento de conciencia impulsado por la necesidad de trascender ante una visión tan extraña, incluso ante la reflexión acerca de la soledad.

jesus dijo...

no escribio ni mierda